sábado, 28 de agosto de 2010

Tafraute y y los colores de Jean Verame

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Tafraute. Foto: José Cerdeira. foto: José Cerdeira

Tafraute, la capital de los ameln, es una pequeña población rodeada por un impresionante paisaje de rocas de granito rosa que la dan un carácter majestuoso. En sus proximidades, pequeños pueblos como Agar Udad o Adai nos maravillan con los minaretes ocre-rojizos de sus mezquitas, colgadas de las rocas. Y sus mujeres, tapadas con telas negras ribeteadas en oro, ponen el aire de misterio que completa la magia del lugar.

No hay nada espectacular en Tafraute, es el conjunto, el ambiente el sitio lo que maravilla. Y cuando, al caer la tarde, el sol ilumina rasante estas rocas multiformes, la belleza grandiosa de este marco incomparable se hace aun más inolvidable.

Pasado Agar Udad, y siguiendo una enrevesada pista apta solo para vehículos todo terreno, se llega a las piedras azules. El pintor belga Jean Verame tuvo la extraña idea de pintar de color azul y negro alguna de las piedras de granito rosa que ocupan el valle. El sitio es muy visitado por los turistas, aunque la ocurrencia del pintor pudiera merecer variados comentarios.

Paisaje rediseñado por el pintor belga Jean Verame. Foto: José Cerdeia

Hacemos noche en el camping de Tafraute (diez dirhams por adulto y vehículo y tres por niño) y, por la mañana, seguimos nuestro camino hacia el Oeste, por la difícil carretera que lleva a Tiznit.

domingo, 15 de agosto de 2010

Más allá del Atlas

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Más allá del Atlas: Tafraute

sábado, 10 de julio de 2010

El agadir de Tiulit

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A la derecha de la carretera, sobre un empinado otero troncocónico, aparece de pronto, como continuación del propio montículo, el impresionante añadir de Tiulit. En estos agadires, que tanto abundan en la zona del Atlas, las aldeas próximas guardaban de forma colectiva sus bienes y cosechas al abrigo de posibles ataques y saqueos. Unas antiquísimas normas de derecho consuetudinario regulaban la utilización de los agadires y permitían una explotación que no debió ser especialmente conflictiva.

El Anti Atlas no alcanza las alturas de su hermano mayor, pero sí es una inmensa barrera granítica fuertemente atormentada y quebrada que ofrece un paisaje espectacular. La carretera se estrecha y retuerce sorteando dificultades hasta que, momentáneamente, se relaja al entrar en el valle de los Ameln. Entre granitos rosa, cuarteados en bolos de equilibrio inestable, crecen los almendros, regados por rumorosos riachuelos de aguas transparentes. El bello pueblo de Umesnat, agarrado a la falda de la montaña, es la capital de este valle de hombres emprendedores cuyos intereses comerciales les han llevado hasta las principales capitales marroquíes.

domingo, 4 de julio de 2010

Más allá del Sus

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Cabras rameando en un argán
Desde Tarudant continuamos nuestro viaje hacia el Oeste por la carretera de Añadir. En Ait Mellul tomamos dirección Sur por la S509 que, aunque secundaria es una buena carretera, hasta pasar Ait Baha. Aquí comenzamos la ascensión del Anti Atlas y, por tanto, la carretera empeora.

Lo que más nos llama la atención, al recorrer estas fértiles tierras del valle del Sus, es el ver a todos los hombres de las aldeas reunidos en torno a remedos de campos de fútbol donde tienen lugar lo que parecen competidísimos partidos, a juzgar por la pasión que provocan. Los campos están en las afueras de los pueblos, y hombres y niños han llegado hasta ellos en los más variados medios de locomoción, de los cuales el auto-stop parece ser el más frecuente.

Hablando de auto-stop, un fenómeno masivo en Marruecos, donde hasta las mujeres más tradicionales lo practican, nos hace gracia el observar el gesto con el que solicitan la benevolencia del conductor que se acerca. Levantan una de sus manos hacia el cielo y, con el dedo índice señalando al infinito, parecen pedir un viaje hacia las estrellas. Tiempo tardamos en reconocer ese gesto como algo distinto a un gesto obsceno.

domingo, 27 de junio de 2010

Mausoleo Mohamed V

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Mausoleo de Mohamed V, con la torrre Hassan al fondo

Las paredes del mausoleo de Mohammed V están cubiertas de bellos zel-lig de múltiples colores. Apoyado encima de una valla protectora, intentaba fotografiar alguno de los detalles cuando uno de los guardias se me acercó. Por un momento pensé que iba a decirme que no me apoyara, pero, no. Amablemente, apartó la valla que impedía que me acercara a los azulejos, y me invitó a pasar. Cuando terminé de hacer las fotos de esos azulejos exteriores, insistió en que pasara al interior y tomara cuantas fotos quisiera protegido por la autoridad. No acepté. Le di la generosa propina correspondiente y me fui sonriendo...

sábado, 12 de junio de 2010

La Mezquita de la Bondad

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Guardia a la puerta del Mausoleo


Comenzamos la visita a Rabat ascendiendo desde el río hasta el conjunto monumental que contiene los restos de la mezquita Hassan (bondad), con su maciza torre almohade, y el mausoleo de Mohammed V, abuelo del actual monarca.

Así de plácidas transcurren las tardes frente a la gran Torre

De la vieja mezquita solo queda el minarete y la extensa explanada con los restos de las ciento veinticuatro columnas sobre las que deberían reposar las diecinueve naves de la, por tamaño, segunda mezquita del islam. Pero la grandiosa obra nunca fue terminada y el terremoto de 1755, que también destruyó Lisboa, la dejó reducida a escombros. Pero queda el minarete...
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La torre Hassan de Rabat que, junto con la Kutubia de Marraquech y la Giralda de Sevilla, forma parte del gran trío de alminares almohades, debería tener una altura de ochenta metros, pero, cosas del destino, se quedó en solo cuarenta y cuatro. Destaca no por sus proporciones, que son un poco pesadas, sino por su grandeza, su solidez, y por la belleza desnuda de las molduras anchas y sencillas con las que está decorada, en palabras de Edouard Doutté.

Desde la torre Hassan, Mohammed V dirigió, de regreso de su exilio, la primera oración solemne del viernes, convirtiéndose, la torre, en un símbolo de la independencia Marroquí.

Un "santón" permanece rezando todas las horas del año ante la tumba 
del fundador del Marruecos moderno

El mausoleo.  Detrás de la gran explanada de la mezquita se levanta el monumento funerario en honor del padre del Marruecos actual. Una impresionante qubba blanca, con decoración tradicional marroquí y diseñada por el arquitecto vietnamita Vo Toan, contiene el sarcófago del monarca. Fuera, la guardia de honor hace vigilia vestida con sus impecables uniformes blancos. Otros guardias, éstos con uniformes menos llamativos, vigilan el comportamiento de los turistas.

jueves, 13 de mayo de 2010

Salé, la República de las Dos Orillas

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Panorámica de Salé Rabat

Se llamaban República de las Dos Orillas y formaban una comuna de corsarios que operaban por su cuenta, llevando al mar su propia yihad y sembrando el terror en todo el Atlántico Norte y el Mediterráneo. Las propias potencias europeas se vieron, muchas veces, obligadas a negociar con estos filibusteros que alcanzaron un alto nivel de riqueza y capacidad militar. Pero tal vez esta riqueza fue el principio de su fin pues, los sultanes, deseosos de participar en el negocio, decidieron organizar el asunto. La organización derivó en la imposición de impuestos, impuestos que fueron creciendo hasta que ahogaron a la propia actividad corsaria: ¿quién se iba a jugar la vida para que, luego, fuera el sultán quien se llevara el botín? La vida de esta república fue de unos doscientos años, abarcando, principalmente, los siglos XVII y XVIII, y fue Rabat quien salió más beneficiada, enriqueciéndose y prosperando considerablemente durante esos años.

Puesto de cítricos en el mercado de Salé

En el año 1260, la población que ocupaba el sitio de la actual Salé fue saqueada y arrasada por tropas castellanas del Rey Sabio que mataron o sometieron a esclavitud a sus habitantes. Al quedar la zona deshabitada, parte de los habitantes de la vecina población de Chella cruzaron el río Bu Regreg y se asentaron aquí, fundando un nuevo pueblo al que llamaron Salé en recuerdo de su viejo Chella (o Sala). La comunidad prosperó ganando en importancia a Rabat, que no recuperó su primacía hasta mucho más tarde.

Al menos ante la muerte, todos los musulmanes son iguales. En esto se distinguen de sus primos los cristianos entre cuyas tumbas también hay clases

La medina de Salé es, lógicamente, más pequeña que las medinas de Fez o Marraquech, pero no muy distinta. Sus calles son igual de estrechas y sus derb igual de numerosos. Nuestro recorrido, que comienza por la impresionante Bab Mrisa, hoy en restauración, continua luego por el zoco principal hasta la madrasa de Abu Hassan y el pequeño marabut del patrón de la villa. Al final de esta estrecha y larga calle, llegamos al cementerio musulmán, un lugar impresionante donde las tumbas, todas de espaldas al mar, mirando a Oriente, crean un espacio mágico, trascendente. Al caer la tarde, con las tumbas ribeteadas por el dorado del sol, el espectáculo es grandioso. En frente, más allá del Bu Regreg, la alcazaba de los Udayas desafía airosa a los vientos del Atlántico.

domingo, 2 de mayo de 2010

Rabat / Salé

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La Torre Hassan en Rabat, que con la Giralda de Sevilla y la Kutubía de Marraquech, forman las tres grandes torres amohades.

Cerca ya de Rabat abandonamos la carretera costera que traíamos y tomamos otra que, rodeando la ciudad, nos permite acceder a la vieja necrópolis de Chella.

La carretera, con dos carriles para cada sentido, tiene bastante tráfico. A nuestro lado vamos dejando numerosos chalets con piscina, antena parabólica y verdes jardines. Hay, también, muchas legaciones diplomáticas, distinguibles por su bandera y las visibles medidas de seguridad. Este parece un Marruecos distinto, más rico, más cosmopolita, más impersonal.

De pronto, por encima de los primeros barrios de la ciudad y a través de un horizonte calimoso, aparece la torre Hassan, un alto alminar paralelepipédico cuyas caras parecen, desde aquí, simples planos lisos, sin decoración... A nuestra derecha, un recinto cerrado y enmurallado nos oculta la vieja necrópolis de Chela.

Chela
 
Sobre las ruinas de la antigua ciudad romana de Sala Colonia, decidieron los primeros sultanes merinidas establecer su última morada. Allí construyeron una pequeña mezquita, de la que se conserva un bellísimo minarete, y encerraron el recinto con murallas para proteger las tumbas. Hoy, este sitio, entre árboles exóticos y numerosos nidos de ibis, está considerado como uno de los más románticos de Marruecos. En el interior se conservan todavía algunos restos de la vieja ciudad romana, así como un pequeño estanque, de origen inmemorial, con anguilas sagradas y cualidades milagrosas (A sus aguas acuden las mujeres estériles en busca de fertilidad).

La Torre Hassan vista desde el cementerio de Salé

Luego, bordeando el mausoleo de Muhamed V y la derruida mezquita de la Bondad, bajamos hasta el nivel del río y cruzamos el Bu Regreg. Unas altas y oscuras murallas nos informan de que estamos ante la ciudad de Salé, hoy un simple barrio de Rabat, en cuyo camping, arenoso, amplio y casi vacío, nos alojamos.


Mientras comemos observamos la playa, bastante sucia y con mucha gente, y comentamos la historia de los piratas de Salé:
 
...nuestro barco fue desarbolado, tres hombres fueron muertos y cuatro heridos. Nos vimos obligados a rendirnos y fuimos llevados prisioneros al puerto moro de Salé.
Daniel Defoe, Robinson Crusoe.

domingo, 25 de abril de 2010

Tarudant

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Murallas de Tarudant

En pleno valle del Sus, Tarudant parece sólo una gran muralla ocre salpicada de fuertes torreones que hablan de su carácter militar. Su situación privilegiada, controlando un rico valle y una importante ruta caravanera, y su espíritu independiente y levantisco le causaron grandes problemas, hasta el punto de que el sultán alauita Muley Ismail mandó matar a la mitad de la población. Pero Tarudant renació una y otra vez con nuevos bríos alcanzando su máxima importancia a principios de siglo cuando, durante la lucha contra el dominio francés, Mohamed el Hiba se proclamó sultán aquí en Tarudant.



Hoy Tarudant es un lugar apartado de los principales recorridos turísticos, pero donde el europeo es bien recibido. Sus murallas, rodeadas por paseos a la sombra de verdes naranjos, son su principal atractivo y en sus hoteles se dan cita aquellos turistas que, desde Agadir, dirigen sus pasos hacia Uarzazat y la ruta de las casbahs.

Pasado Tarudant, la carretera es llana, ancha y con un buen firme, pero la abundancia de pueblos hace que esté muy transitada por personas y carros dificultando y enlenteciendo bastante la circulación.

domingo, 11 de abril de 2010

El Tizi N'Test

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La subida al N'Test

La carretera se ha vuelto intransitable y en la última hora sólo hemos recorrido veintiocho kilómetros. En muchos sitios ha sido erosionada por las torrenteras que conducen impetuosas aguas procedentes de los altos neveros, mientras que los pequeños derrumbamientos de desmontes y terraplenes son continuos. El estrecho firme, que si existe está lleno de baches, no alcanza los dos metros de ancho y, a su lado, sin separación alguna, los inmensos precipicios ahuyentan nuestra mirada que lucha por evitarlos. Los vehículos que transitan por aquí no pasan de un par de "TT" y alguna moto de europeo loco. Nosotros... bueno, tal vez nunca deberíamos haber venido tampoco...

¿Pasará la autocaravana con sus 2,95 metros de alto y 2,35 de ancho?

Ahora, pasados pocos kilómetros pero bastante tiempo, recuerdo las caras de los últimos humanos que nos veían salir por esta carretera... ¿qué pensarían? El miedo, la soledad, la impotencia... ¿Llegaremos alguna vez? Primera, segunda, primera... nunca la tercera. Más de tres horas llevamos para recorrer ochenta kilómetros... ¿Cuándo se acaba ésto? Miedo, soledad, impotencia... la naturaleza parece vencer al hombre...

Refugio en lo alto del puerto
 
Finalmente, la carretera comienza a descender. Delante de nosotros aparece el amplio valle del Sus y, más allá, entre una densa calima blanquecina, se divisan las suaves ondulaciones del Anti Atlas. Tarudant está ya cerca.

La mezquita deTin Mal

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La mezquita de Tin Mal, en las estribaciones del Atlas

Estamos ahora en la cuna de Ibn Tumert o, lo que es lo mismo, la cuna del imperio almohade. Ibn Tumert fue un predicador impetuoso que empujó a Abd el Mumen a conquistar primero Marraquech y luego todo el Magreb, llegando hasta Zaragoza. Una derruida mezquita, con sus muros de adobe desgastados por el tiempo, mantiene vivo el recuerdo del nacimiento de la segunda dinastía bereber.

Sobre las altas cumbres que nos rodean se ven, todavía, los restos de las últimas nieves que ponen un sombrero blanco a los escasos duares que, como cuentas esparcidas de un rosario, salpican las escarpadas laderas. Son aldeas con casas de techos planos, de ramas y barro, amarillentas y rancias.

Los omnipresentes niños marroquíes no llegan aquí hasta la carretera pues las distancias y dificultades del camino son muy grandes. Pero por los alejados y estrechos senderos de montaña que entran y salen de las aldeas se aprecia ese ir y venir de gentes característico de un lugar vivo. Los vestidos de las mujeres resaltan por sus vivos colores mientras que los de los hombres, siempre apagados y grises, sólo se vislumbran como puntos claros sobre un paisaje verde.

El N'Fis

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El N'fis

Bajo un sol mañanero que se filtra entre nubes tormentosas, el N'Fis serpentea con un brillo de plata por entre laderas de pendiente casi vertical. Sus continuos meandros, de corto recorrido, nos sorprenden por su belleza incomparable. Allí el cauce se hace más amplio, aquí se encoge y es cruzado por un romántico puente que los pintores han pintado mil veces.

Pero la carretera se va haciendo más y más empinada. Su firme se vuelve impracticable, su anchura es mínima impidiendo el cruce de dos vehículos al mismo tiempo, los precipicios sobre el río van poniendo esa nota sobrecogedora que ensimisma y corta las conversaciones: es, tal vez, el miedo. Y sube, y sube haciendo zigzagueos que se repiten una y otra vez.
 
Pasarela sobre el N'Fis

La ruta del Tizi N'Test

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La complicada ruta del Tizi n'Test a través del Atlas

Antes de abandonar el camping municipal de Marraquech y seguir viaje hacia el Sur, aprovechamos para llenar nuestros depósitos de agua, comprar algo en el minimercado y para pagar la estancia en el camping (veinte dirhams por vehículo y otros veinte por persona y noche).

La carretera que partiendo de Marraquech lleva hacia Tarudant es ancha y con buen firme en sus primeros kilómetros. Solo a partir de Tahanaute empieza a estrecharse y a retorcerse ante la influencia de las primeras estribaciones del Atlas. El firme comienza a acusar también un cierto abandono y los baches y badenes son cada vez más frecuentes.
 
A cuarenta kilómetros de Marraquech nos encontramos con el pueblo de Asni, un punto de partida de las rutas que, por Imlil, llevan hasta el Tubkal, el pico más alto de todo el Norte de Africa. Luego, transcurridos otros diez kilómetros, pasamos el pueblo de Uirgane, con sus blancas salinas, y entramos en un espléndido valle por cuyo fondo transita, encajonado, el ued N'Fis.

sábado, 30 de enero de 2010

Bin-el-Uidane

Embalse de Bin el Uidane
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Pasado Azilal, la carretera S508, ataca, serpenteando, un pequeño paso de montaña. A partir de aquí, un paisaje espléndido enlentece nuestra marcha incapaces de conducir y observar estas agrestes estribaciones del Atlas. Una sucesión de curvas y contracurvas nos permiten descender hasta el nivel del embalse de Bin el Uidane, uno de los complejos hidroeléctricos más importantes y bellos del mundo.

Una gran presa de hormigón de 285 metros de largo, 135 metros de alto y un espesor que varía entre los 28 metros de la base y los cinco metros de la coronación, retiene el caudal del ued el Abid, formando un embalse de 1390 hectómetros cúbicos de agua y cubriendo una superficie de más de 3.700 hectáreas. A la salida del embalse, las aguas son conducidas por un túnel de diez kilómetros, bajo el jbel Tazerkunt, hasta el gran complejo hidroeléctrico de Afurer donde, con un desnivel de 235 metros, produce más de 465 millones de kilovatios-hora de energía al año. Posteriormente, sus aguas riegan la fértil región de Tadla, la zona agrícola más rica del país, beneficiando a una extensión de más de cien mil hectáreas de terrreno.

Pasado el embalse, en cuyas proximidades hay minuciosos controles policiales, se sube un pequeño puerto para luego asomarnos a esa zona agrícola de Tadla. La verde y cuadriculada llanura que se extiende alrededor de Afurer, con sus ricos cultivos de cereales y algodón, forman un bello paisaje que no se olvida fácilmente.

Continuamos luego el viaje de regreso siguiendo la ya conocida carretera que, proveniente de Fez y Mequinez, nos devuelve a Marraquech.

lunes, 18 de enero de 2010

HAITÍ DEVASTADO

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¡POR FAVOR, AYÚDAME!

Los gallegos de Madrid, reunidos bajo el lema "Madrigallegos solidarios" quieren contribuir en la medida de sus fuerzas a paliar la catástrofe de Haití. Para ello han formado un grupo inicial de colaboradores que, en nombre de todas las asociaciones de gallegos de Madrid, pueda coordinar la ayuda y dirigirla hacia los necesitados. El grupo, al que puedes apuntarte cuando quieras, está formado inicialmente por:
  • Andrés Ramos
  • Carlos de Blas Armada
  • Ovidio Cadenas
  • Manuel Seixas
  • Melquiades Álvarez y
  • José Cerdeira
En el blog http://madrigallegossolidarios.blogspot.com/ podrás encontrar la información oportuna de las distintas actividades que se vayan realizando. En todo caso, desde este momento queda abierta en Caixa Nova una cuenta corriente con el número: 2080 0590 01 0040004173 para que podáis colaborar directamente. Los ingresos en esta cuenta podéis hacerlos de forma anónima o nominal, entendiéndose en este caso que aceptáis la posible difusión de vuestro nombre. En principio, los fondos recaudados serán entregados a Cáritas.

En nombre del pueblo de Haití, gracias por vuestra colaboración.

domingo, 10 de enero de 2010

Las cascadas del Uzud

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Una vez cumplida la tarea de mover los viejos molinos, las aguas del Uzud se precipitan, cayendo raudas y libremente por un desnivel calcáreo de más de cien metros de profundidad. Desde arriba, desde donde están los molinos, el agua desaparece rápidamente bajo nuestros pies, mientras que una nube de finísimas gotas sube aureolada por los colores de múltiples arco iris. El ruido llega sordo y lejano, como proviniendo del centro de la tierra, y las piernas tiemblan porque el sitio es peligroso y porque a nadie se le ocurrió poner un pequeño quitamiedos.
A pesar de estar en plena montaña, los termómetros rondan los cuarenta grados. Bajo este sol, sudorosos, nos acercamos a la autocaravana: es la hora de comer.



Una vez alimentados, cuando en España es la hora de la siesta, retornamos a la zona de la cascada, ahora con el propósito de bajar hasta el fondo de la depresión, donde las aguas chocan con estruendo. Un camino zigzagueante y polvoriento va descendiendo la ladera dejando en cada recodo pequeños tenderetes de refrescos, de comidas, o de recuerdos. Aquí y allí, tiendas de camping se instalan libremente, a veces al lado de un pequeño puesto de comida que expone, orgulloso, la señal de camping. Un pequeño arroyuelo de escasas aguas, que va recorriendo los distintos puestos alimenticios, es aprovechado para introducir en él las botellas de bebidas con la esperanza vana de que se enfríen. A veces, los dueños de las tiendas aprovechan el arroyo para regar el sendero y evitar, al menos durante un rato, tanta polvareda. Luego, las aguas sobrantes del riego retornan embarradas a su cauce para, tal vez, ser usadas más abajo en la confección de un suculento guiso.

A mitad del gran desnivel el chorro de la cascada choca violentamente con una roca a la que los más atrevidos e imprudentes acceden para sentir sobre su piel el impacto salvaje de las aguas salpicadas (el acceso hasta el chorro principal es imposible). Luego, en una segunda caída, llega hasta el fondo, hasta el estanque natural donde morenos jóvenes nadan desafiando el peligro. Los más osados escalan los farallones laterales desde los cuales, a más de veinte metros de alto, saltan temerariamente sobre la rocosa piscina natural, arriesgándose a fallar el salto y caer sobre una zona de insuficiente profundidad.

Luego, cuando la tarde avanza y la noche cae, los bosques y acantilados cobran nueva vida. Decenas de pequeños monos del Atlas salen de sus escondrijos y se pasean entre este paisaje boscoso de grandiosa belleza.



En conjunto, la cascada es impresionante, y lo sería más si no fuera porque en esta época del año la cantidad de agua es algo reducida, pero, aun así, vale la pena.

Dado que la noche se nos hecha encima y, vista la buena experiencia de nuestra acampada libre en el anterior paso por el Atlas, pensamos que nada mejor que repetir. Nuevamente colocamos nuestras caravanas en círculo para protegernos de los "indios", que en esta ocasión no pasaron de ser ovejas, y, ¡a dormir!