domingo, 25 de abril de 2010

Tarudant

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Murallas de Tarudant

En pleno valle del Sus, Tarudant parece sólo una gran muralla ocre salpicada de fuertes torreones que hablan de su carácter militar. Su situación privilegiada, controlando un rico valle y una importante ruta caravanera, y su espíritu independiente y levantisco le causaron grandes problemas, hasta el punto de que el sultán alauita Muley Ismail mandó matar a la mitad de la población. Pero Tarudant renació una y otra vez con nuevos bríos alcanzando su máxima importancia a principios de siglo cuando, durante la lucha contra el dominio francés, Mohamed el Hiba se proclamó sultán aquí en Tarudant.



Hoy Tarudant es un lugar apartado de los principales recorridos turísticos, pero donde el europeo es bien recibido. Sus murallas, rodeadas por paseos a la sombra de verdes naranjos, son su principal atractivo y en sus hoteles se dan cita aquellos turistas que, desde Agadir, dirigen sus pasos hacia Uarzazat y la ruta de las casbahs.

Pasado Tarudant, la carretera es llana, ancha y con un buen firme, pero la abundancia de pueblos hace que esté muy transitada por personas y carros dificultando y enlenteciendo bastante la circulación.

domingo, 11 de abril de 2010

El Tizi N'Test

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La subida al N'Test

La carretera se ha vuelto intransitable y en la última hora sólo hemos recorrido veintiocho kilómetros. En muchos sitios ha sido erosionada por las torrenteras que conducen impetuosas aguas procedentes de los altos neveros, mientras que los pequeños derrumbamientos de desmontes y terraplenes son continuos. El estrecho firme, que si existe está lleno de baches, no alcanza los dos metros de ancho y, a su lado, sin separación alguna, los inmensos precipicios ahuyentan nuestra mirada que lucha por evitarlos. Los vehículos que transitan por aquí no pasan de un par de "TT" y alguna moto de europeo loco. Nosotros... bueno, tal vez nunca deberíamos haber venido tampoco...

¿Pasará la autocaravana con sus 2,95 metros de alto y 2,35 de ancho?

Ahora, pasados pocos kilómetros pero bastante tiempo, recuerdo las caras de los últimos humanos que nos veían salir por esta carretera... ¿qué pensarían? El miedo, la soledad, la impotencia... ¿Llegaremos alguna vez? Primera, segunda, primera... nunca la tercera. Más de tres horas llevamos para recorrer ochenta kilómetros... ¿Cuándo se acaba ésto? Miedo, soledad, impotencia... la naturaleza parece vencer al hombre...

Refugio en lo alto del puerto
 
Finalmente, la carretera comienza a descender. Delante de nosotros aparece el amplio valle del Sus y, más allá, entre una densa calima blanquecina, se divisan las suaves ondulaciones del Anti Atlas. Tarudant está ya cerca.

La mezquita deTin Mal

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La mezquita de Tin Mal, en las estribaciones del Atlas

Estamos ahora en la cuna de Ibn Tumert o, lo que es lo mismo, la cuna del imperio almohade. Ibn Tumert fue un predicador impetuoso que empujó a Abd el Mumen a conquistar primero Marraquech y luego todo el Magreb, llegando hasta Zaragoza. Una derruida mezquita, con sus muros de adobe desgastados por el tiempo, mantiene vivo el recuerdo del nacimiento de la segunda dinastía bereber.

Sobre las altas cumbres que nos rodean se ven, todavía, los restos de las últimas nieves que ponen un sombrero blanco a los escasos duares que, como cuentas esparcidas de un rosario, salpican las escarpadas laderas. Son aldeas con casas de techos planos, de ramas y barro, amarillentas y rancias.

Los omnipresentes niños marroquíes no llegan aquí hasta la carretera pues las distancias y dificultades del camino son muy grandes. Pero por los alejados y estrechos senderos de montaña que entran y salen de las aldeas se aprecia ese ir y venir de gentes característico de un lugar vivo. Los vestidos de las mujeres resaltan por sus vivos colores mientras que los de los hombres, siempre apagados y grises, sólo se vislumbran como puntos claros sobre un paisaje verde.

El N'Fis

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El N'fis

Bajo un sol mañanero que se filtra entre nubes tormentosas, el N'Fis serpentea con un brillo de plata por entre laderas de pendiente casi vertical. Sus continuos meandros, de corto recorrido, nos sorprenden por su belleza incomparable. Allí el cauce se hace más amplio, aquí se encoge y es cruzado por un romántico puente que los pintores han pintado mil veces.

Pero la carretera se va haciendo más y más empinada. Su firme se vuelve impracticable, su anchura es mínima impidiendo el cruce de dos vehículos al mismo tiempo, los precipicios sobre el río van poniendo esa nota sobrecogedora que ensimisma y corta las conversaciones: es, tal vez, el miedo. Y sube, y sube haciendo zigzagueos que se repiten una y otra vez.
 
Pasarela sobre el N'Fis

La ruta del Tizi N'Test

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La complicada ruta del Tizi n'Test a través del Atlas

Antes de abandonar el camping municipal de Marraquech y seguir viaje hacia el Sur, aprovechamos para llenar nuestros depósitos de agua, comprar algo en el minimercado y para pagar la estancia en el camping (veinte dirhams por vehículo y otros veinte por persona y noche).

La carretera que partiendo de Marraquech lleva hacia Tarudant es ancha y con buen firme en sus primeros kilómetros. Solo a partir de Tahanaute empieza a estrecharse y a retorcerse ante la influencia de las primeras estribaciones del Atlas. El firme comienza a acusar también un cierto abandono y los baches y badenes son cada vez más frecuentes.
 
A cuarenta kilómetros de Marraquech nos encontramos con el pueblo de Asni, un punto de partida de las rutas que, por Imlil, llevan hasta el Tubkal, el pico más alto de todo el Norte de Africa. Luego, transcurridos otros diez kilómetros, pasamos el pueblo de Uirgane, con sus blancas salinas, y entramos en un espléndido valle por cuyo fondo transita, encajonado, el ued N'Fis.