martes, 10 de noviembre de 2009

Semlalia

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Esa quinta que ves se llama Semelalia -dijo el Sultán-. Te pertenece. Yo te hago donación de la casa y de la tierra y de cuantas plantas y animales cobija...

Estas palabras, puestas en boca del sultán Muley Soleyman por Ramón Mayrata y supuestamente dirigidas al español Domingo Badía, alias Alí Bey, reflejan la influencia alcanzada en Marruecos por este español universal, ilustrado y audaz que, al servicio de la ciencia por voluntad propia, y al servicio de Godoy por razones de supervivencia, pudo haberse convertido en príncipe de los seguidores occidentales del Profeta. El plan estaba ultimado. Y Ramón Mayrata nos habla ahora por boca del propio Alí Bey:

Si el sultán aceptaba mi proposición, descenderíamos juntos al pie de las murallas de Marraquech y penetraríamos en la ciudad al frente del ejército libertador. De lo contrario, ¿quién se podría oponer a que yo mismo ocupara el trono y garantizara desde él el rumbo hacia la libertad?



Los pachás de Haha, de Chiadma y del Sus serían los principales apoyos del audaz aventurero, pero contaba con una milicia sólo propicia para hacer correr la pólvora, lo menos parecido a un ejército eficaz:

Los guerreros se perseguían y disputaban en locas cabalgadas. Sus siluetas se retorcían en cabriolas inverosímiles sobre el cuerpo sin fijeza de los animales. De pronto eran testuz, ijares, cascos, cola, siempre estela de un movimiento incesante que acabó por envolverme junto a mi comitiva.

Pero Alí Bey se puso manos a la obra:

Empleé el tiempo de mi estancia en Mogador en convertir las escaramuzas y cabalgadas de aquel ejército en maniobras militares ordenadas.



Al final, los apoyos ofrecidos por Godoy y Carlos IV no llegaron y la operación no prosperó. Nuestro paisano hubo de abandonar precipitadamente las aspiraciones de libertad para un pueblo al que ya amaba y sufrir las consecuencias de la derrota buscando sitio entre la miseria de Marraquech:

El espectáculo que se mostró ante mis ojos era sobrecogedor. En los numerosos patios que rodeaban la mezquita, cientos de cuerpos retorcidos como carne quemada, se apretujaban sobre paja tibia y maloliente, bajo las arcadas ennegrecidas por el humo de las fogatas.

Heridas y cicatrices, muñones, huesos desencajados, todas las formas inverosímiles que adopta el dolor humano se irguieron en cuanto descubrieron mi presencia.

La imagen ofrecida por R. Mayrata puede ser más o menos afortunada pero, en todo caso, la influencia que Alí Bey ejerció sobre el sultán Muley Soleyman fue indiscutible. Hoy, al Noreste de Marraquech, ya no queda nada de la quinta en que Domingo Badía compartió alegrías y preocupaciones con la bella Mohanna. Hoy, sólo el nombre de una calle, en el camino que va a Casablanca, mantiene vivo el nombre de Semelalia. Numerosos hoteles y edificios de apartamentos han tomado aquí asiento y de los europeos que los ocupan pocos sabrán quien fue Alí Bey el Abasí.

Y así completamos nuestra visita a Marraquech. Ahora nos vamos. Pero algún día, Inch Alá, volveremos.

martes, 3 de noviembre de 2009

El palacio de El Badia

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De entre los numerosos palacios marroquíes, éste, mandado construir por Ahmed el Dorado, debió ser, sin duda, el más grandioso de todos. Cuando estuvo finalizado, el poderoso Sultán pidió a uno de sus bufones la opinión que le merecía tan grandiosa obra. Oh, creo que, cuando sea demolido, dará un precioso montón de escombros... - predijo. Y acertó. Unos cien años más tarde, el sanguinario sultán alauita Muley Ismail lo utilizó como cantera desde la que suministrar materiales nobles a sus construcciones de Mequínez, dejándolo convertido en una bella ruina.



Hoy, el Badia es sólo un escenario incomparable sobre el que cada primavera tiene lugar uno de los espectáculos más vistosos del mundo, el festival nacional de folklore marroquí.