lunes, 7 de septiembre de 2009

El alto Muluya

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 Cruzado el Atlas Medio se entra en una alta meseta, más que árida, desértica, de belleza indescriptible. Los inmensos espacios desnudos terminan lejísimos, abruptamente, ante la impresionante barrera del Alto Atlas. Pequeños ueds fluyen parsimoniosos alimentando con sus aguas el alto Muluya y reflejando un cielo azul que hacia poniente se vuelve cálido, ambarino. Las largas rectas y el buen firme de la carretera nos permiten observar y disfrutar de esta belleza.

Poco a poco el día va perdiendo parte de su luz y el crepúsculo toma su lugar. De pronto, el Mitsubishi de los guías toma una pista a la izquierda. Nos reunimos todos y decidimos que siguiéndola puede haber un buen sitio para acampar. El lugar es llano, polvoriento y solitario. Sólo a muchos kilómetros se adivina, más que ver, alguna pequeña aldea. Parece que estaremos tranquilos, aunque los más conocedores advierten que tendremos visita.



Colocamos nuestros vehículos en círculo, como para protegernos de un posible ataque de los indios. Luego preparamos nuestras cenas... y cenamos.


Una semana después de salir de Fez, atravesamos una localidad llamada Un Yunaiba, donde subsiste una extraña costumbre: hay un río, que bordean las caravanas, y dicen que ningún hombre que pase por ahí debe avanzar si no es bailando y dando saltos y que, si no lo hace, contraerá las fiebres cuartanas.

Amin Maalouf, León el Africano

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