jueves, 1 de octubre de 2009

El Marraquech monumental

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A estas alturas del viaje, quien más quien menos, comienza a notar la levedad de su cartera, por lo que la presencia de numerosos hoteles en las inmediaciones del camping provoca una peregrinación hacia sus cajeros a la búsqueda de los imprescindibles dirhams con que afrontar este nuevo día. Una vez cumplido con este requisito ineludible, continuamos nuestro viaje, a pie, por la avenida de la Menara para, por Bab el-Jedid, entrar en la medina.
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A nuestra derecha tenemos ahora uno de los más conocidos y lujosos hoteles del mundo: La Mamunia. Personajes como Rita Hayworth, Orson Welles, Catherine Deneuve, Richard Nixon, Yves Montand o Jimmy Carter ocuparon sus habitaciones. Otros, como Sir Winston Churchill, que vivió aquí durante muchos meses dedicado a su pasión favorita: la pintura, o como Alfred Hitchcock, que aprovechó para rodar aquí parte de su película El hombre que sabía demasiado, se convirtieron en clientes habituales del hotel.
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Seguimos luego, hacia la mezquita de la Kutubia, o de los libreros, cuyo minarete de 70 metros de alto marca una de las cimas del arte almohade (la torre Hassan de Rabat y la Giralda de Sevilla son las otras dos). Dice la leyenda que las enormes bolas que coronan el alminar fueron hechas con el oro de las joyas fundidas de una de las esposas de Jacub al-Mansur la cual, al parecer, había cometido algún pecadillo y deseaba hacerse perdonar por el Misericordioso. Pero las mezquitas marroquíes no son accesibles a los no musulmanes y, por otra parte, la grandiosa Kutubia está en restauración, así que nos limitamos a admirar su belleza desde el exterior, belleza que, a pesar de los andamios, no deja de manifestarse.

Y continuamos nuestro recorrido entre los olores, colores y sabores de esta medina del viejo Marruecos. Claro que, sin guía, no es fácil orientarse aquí. Sin embargo, nosotros, seguimos por nuestra cuenta, en solitario, a la búsqueda de las tumbas Saadíes... El alto alminar de la mezquita de Las Manzanas de Oro nos sirve de referencia, así que conseguimos llegar hasta las puertas, casi contiguas, de Bab Agnau y Bab er-Rob, al lado ya de la mezquita. Las tumbas Saadíes fueron ocultadas por el sultán Mulay Ismail tras un alto muro, pudiendo accederse a ellas solo a través de un pasadizo secreto desde la propia mezquita. Actualmente se ha construido un estrecho pasillo exterior que permite a los no musulmanes visitar el monumento al no tener que pasar por la mezquita.

Los mausoleos recogen las tumbas de trece sultanes de la dinastía saadí así como tumbas de parte de sus familiares más próximos. Su belleza es extraordinaria. Su decoración, un tanto oculta por una iluminación escasa, nos trasporta mentalmente a la alhambra granadina.
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Llegar desde aquí hasta Dar el-Badi parece cosa fácil, y quizá lo sea, no diré que no, pero... ¡media hora llevamos dando vueltas en no más de cien metros cuadrados...! ¡y siempre llegando al mismo sitio! Acabada la paciencia, y, dado que es casi mediodía, pensamos que será mejor acercarnos a una zona donde poder comer algo. Salimos, pues, hacia el amplio mechuar de Dar el-Majzen (el palacio real) y, desde aquí, tomamos un taxi hasta la plaza de Jemaa el-Fna.

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