miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dormir... ¿dormir?

-


-
Las estrellas han recuperado su puesto en el firmamento y el viento tempestuoso ha dejado paso a una calma total. En la oscura y cálida noche del desierto sólo se oye el sonido rítmico de los tebilats, que los muchachos del albergue golpean con destreza y que, en medio del silencio casi absoluto de la noche, suenan con un estruendo infernal.
-
Después de un corto paseo por el borde de la gran duna, el cansancio y la tensión de un día agotador nos incitan al descanso; pero el enorme calor no augura un sueño precisamente fácil (¿quién dijo que, en el desierto, refresca por las noches?) Las horas transcurren lentas, entre vueltas y más vueltas, y la tensión de un día agitado pasa su factura: molesta la música, molesta el calor, molesta todo... y la noche se hace eterna.
-
Cuando la primera claridad se vislumbra por el lado de la Meca, con las aún puestas ojeras de una noche desaprovechada, nos levantamos... porque es el momento de presenciar, dicen, un amanecer único.

No hay comentarios:

Publicar un comentario