sábado, 10 de julio de 2010

El agadir de Tiulit

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A la derecha de la carretera, sobre un empinado otero troncocónico, aparece de pronto, como continuación del propio montículo, el impresionante añadir de Tiulit. En estos agadires, que tanto abundan en la zona del Atlas, las aldeas próximas guardaban de forma colectiva sus bienes y cosechas al abrigo de posibles ataques y saqueos. Unas antiquísimas normas de derecho consuetudinario regulaban la utilización de los agadires y permitían una explotación que no debió ser especialmente conflictiva.

El Anti Atlas no alcanza las alturas de su hermano mayor, pero sí es una inmensa barrera granítica fuertemente atormentada y quebrada que ofrece un paisaje espectacular. La carretera se estrecha y retuerce sorteando dificultades hasta que, momentáneamente, se relaja al entrar en el valle de los Ameln. Entre granitos rosa, cuarteados en bolos de equilibrio inestable, crecen los almendros, regados por rumorosos riachuelos de aguas transparentes. El bello pueblo de Umesnat, agarrado a la falda de la montaña, es la capital de este valle de hombres emprendedores cuyos intereses comerciales les han llevado hasta las principales capitales marroquíes.

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