martes, 15 de septiembre de 2009

Tormentas de arena

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En fila, con las luces encendidas para no perdernos, cruzamos la inmensa llanura recubierta de piedras negras como el carbón. Una enorme cortina de arena, que el viento arrastra a gran velocidad, se acerca por el Oeste.

Precedidos por el todo terreno de nuestros guías, continuamos por aquel camino inhóspito y solitario. De vez en cuando, algún vehículo se cruza con nosotros, a cierta distancia, como los barcos se cruzan en alta mar. El polvo va haciéndose más denso y, ahora, una nube de arena parece dirigirse hacia nosotros. El viento va haciéndose más y más violento y el polvo nos obliga a encender las luces y nos dificulta la visión de la autocaravana que nos precede. A ras de suelo la arena más gruesa se desplaza a gran velocidad mientras que la mas fina va elevándose hasta golpear las ventanas de los vehículos; más arriba, la inmensa nube de polvo oscurece la tarde de forma dramática.

Con las ventanas cerradas, el calor y la humedad aumentan y aumentan. Tenemos dificultades para seguir al vehículo anterior del que tememos perdernos. Mariló, nerviosa, hace tiempo que dejó el vídeo a un lado: "¿por qué no paran?", pregunta. La falta de visibilidad oculta totalmente el suelo y todas las piedras parecen cruzarse en nuestro camino. "Porque ellos tienen un todo terreno, ¿comprendes?", contesto.
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Y en aquel asfixiante calor de desierto, la nube de polvo y arena se pierde por Oriente con la misma rapidez con la que se había acercado desde Poniente. Apagamos nuestras luces, abrimos las ventanas... y respiramos. Aquel sol, del que primero queríamos ocultarnos y al que luego tanto anhelamos, está ya en su sitio, y el inmenso pedregal recupera la tranquilidad perdida, ahora sólo interrumpida por el traqueteo de los vehículos.
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