lunes, 7 de septiembre de 2009

¡Bingo!

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Alguien ya había advertido que tendríamos visita. Después de cenar montamos un gran bingo juntando las cartas de varia barajas y, ya avanzada la partida, llegaron los primeros espectadores. Eran jovencitos y niños que, bien limpios y aseados, se colaron por entre los vehículos y se instalaron a nuestro lado, de mirones. Sin duda buscaban curiosear y, de paso, ver si caía algo de regalo. Durante un rato el juego flojeó un tanto por lo que el especialista intentó deshacerse de ellos con las chucherías de rigor. No fue fácil, y, cuando se fueron, todos quedamos convencidos de que a primera hora de la mañana estarían de vuelta.

El bingo se prolongó bastante, con un manifiesto desequilibrio en el reparto de la suerte aunque, bien es cierto que las apuestas no desequilibraban a ningún presupuesto (ni siquiera a uno marroquí). Con la alegría de los ganadores, y el correspondiente cabreo de los desafortunados, nos fuimos a la cama.

Con la primera claridad del alba me asomo a la ventana para ver si el amanecer justifica un madrugón. Allá muy lejos, hacia oriente, donde un pequeño ued se pierde, una neblinilla blanca rompe la monotonía de un espacio muerto.

Aunque miro con detenimiento, no adivino aun el sitio exacto por donde emergerá el sol, pero allí, entre la neblina, dos pequeñas figuras parecen dibujarse confusas. Se mueven lentamente. Son, tal vez, jinetes... El primero, que aventaja al segundo en unos cuantos metros, parece más alto, más esbelto. Quizá el segundo viene a pie..., no, parece como si no tuviera piernas. Ya sé, el primero monta un caballo y el segundo vendrá en burro.

Las figuras se van acercando, pero siguen confusas. Sí, los dos vienen en burro, pienso. ¡Qué extrañas figuras! En realidad parecen deslizarse por la llanura... El primer burro sí es un burro pero el segundo parece un perro. Las piernas del jinete arrastran por el suelo... los pasitos del asno son tan cortos y rápidos, la posición del jinete es tan trasera... ¡si parece que el asno va a irse solo dejando atrás al caballero! Se deslizan como una "L" andante..., pero ya se acercan.

Pienso en mercaderes bereberes que nos han localizado y tratan de vendernos su mercancía. Claro que no vienen derechos hacia nuestro campamento, parecen desviarse..., pasan de largo. ¿Y a dónde van?

El sol ya se asoma tras la neblina, los valencianos ya están en pie, he pasado casi media hora mirando a los borricos y allá van. Ahora, con la luz de espaldas, han perdido una parte de su magia, pero siguen, y siguen... hasta que se pierden en el horizonte.

No hacía ni quince minutos que los pequeños jumentos, con sus correspondientes jinetes, se habían perdido por poniente, cuando un cierto alboroto me obliga a asomarme de nuevo. Ahora sí, ahora los visitantes son muchos y vienen a investigar. Son vecinos de los curiosos de anoche, provenientes de lejanas aldeas. El campamento se agita. Desayunamos con prontitud y nos preparamos para irnos. Entregamos a los niños algunos lápices y pequeños juguetes mientras que para los mayores hay tabaco e, incluso, algún mechero... poca cosa. Luego, recogido el campamento, partimos hacia el Sur.

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