lunes, 7 de septiembre de 2009

Recuerdos de una noche en los páramos del Atlas

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Con la oscuridad de la noche, los espacios inmensos, las llanuras ilimitadas pierden su belleza y se vuelven amenazadores. Es entonces tiempo de marcar un territorio protector en el que resguardarnos y esconder nuestras flaquezas. Y los siete vehículos, colocados en círculo como las caravanas en las películas del Oeste, cumplen el cometido de reservar esa porción del mundo para nosotros solos. Aquí dentro, con la seguridad recién conquistada, las tensiones se relajan y la sensación de formar una única familia, crece.

Unos proceden a poner luz al patio que estrenamos,
Otros sacan mesas y sillas con que hacerlo confortable,
Estos vienen con las "latas" y el chorizo,
Aquellos con el vino y la baraja.
...
Señores, la timba está montada y nadie falta.


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Nadie. Ni siquiera el pequeño escorpión, que pasea tranquilo bajo la mesa, ha querido perderse el espectáculo. Claro que, los no-invitados siempre corren ciertos riesgos y, en este caso, su expulsión fue inmediata. Desde entonces, se sustituyeron las sandalias por zapatos cerrados y los más precavidos optan por mantener los pies en alto.

Pero cuando las ganas de relajarte afloran
ni los escorpiones pueden controlarlas.
...
¡Qué comience el juego que la suerte está echada!
...
Se mezclan las barajas y se reparten las cartas.
Uno va cantando y los otros muy callados.
De pronto alguien se agita: ¡una más, una más!
Pero otro se adelanta: ¡bingo! grita, y aquello acaba.


Los afortunados ríen felices mientras recogen de la mesa los dirhams apostados. Los que nunca ganan se lamentan de su suerte y murmuran: ¡joder, ya sé con qué éstos compran autocaravanas!

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