martes, 15 de septiembre de 2009

El Sahara de Paul Bowles

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Cuando se llega al Sahara por primera vez o décima vez, se nota inmediatamente la paz que reina allí. El aire tiene algo de amortiguador, como si la calma fuera una fuerza consciente que, rehusando la intromisión del ruido, lo redujera y disipara enseguida. Y luego está el cielo, al lado del cual todos los otros cielos son sólo pálidos reflejos.

Paul Bowles, Cabezas verdes, manos azules.

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