jueves, 13 de mayo de 2010

Salé, la República de las Dos Orillas

-
Panorámica de Salé Rabat

Se llamaban República de las Dos Orillas y formaban una comuna de corsarios que operaban por su cuenta, llevando al mar su propia yihad y sembrando el terror en todo el Atlántico Norte y el Mediterráneo. Las propias potencias europeas se vieron, muchas veces, obligadas a negociar con estos filibusteros que alcanzaron un alto nivel de riqueza y capacidad militar. Pero tal vez esta riqueza fue el principio de su fin pues, los sultanes, deseosos de participar en el negocio, decidieron organizar el asunto. La organización derivó en la imposición de impuestos, impuestos que fueron creciendo hasta que ahogaron a la propia actividad corsaria: ¿quién se iba a jugar la vida para que, luego, fuera el sultán quien se llevara el botín? La vida de esta república fue de unos doscientos años, abarcando, principalmente, los siglos XVII y XVIII, y fue Rabat quien salió más beneficiada, enriqueciéndose y prosperando considerablemente durante esos años.

Puesto de cítricos en el mercado de Salé

En el año 1260, la población que ocupaba el sitio de la actual Salé fue saqueada y arrasada por tropas castellanas del Rey Sabio que mataron o sometieron a esclavitud a sus habitantes. Al quedar la zona deshabitada, parte de los habitantes de la vecina población de Chella cruzaron el río Bu Regreg y se asentaron aquí, fundando un nuevo pueblo al que llamaron Salé en recuerdo de su viejo Chella (o Sala). La comunidad prosperó ganando en importancia a Rabat, que no recuperó su primacía hasta mucho más tarde.

Al menos ante la muerte, todos los musulmanes son iguales. En esto se distinguen de sus primos los cristianos entre cuyas tumbas también hay clases

La medina de Salé es, lógicamente, más pequeña que las medinas de Fez o Marraquech, pero no muy distinta. Sus calles son igual de estrechas y sus derb igual de numerosos. Nuestro recorrido, que comienza por la impresionante Bab Mrisa, hoy en restauración, continua luego por el zoco principal hasta la madrasa de Abu Hassan y el pequeño marabut del patrón de la villa. Al final de esta estrecha y larga calle, llegamos al cementerio musulmán, un lugar impresionante donde las tumbas, todas de espaldas al mar, mirando a Oriente, crean un espacio mágico, trascendente. Al caer la tarde, con las tumbas ribeteadas por el dorado del sol, el espectáculo es grandioso. En frente, más allá del Bu Regreg, la alcazaba de los Udayas desafía airosa a los vientos del Atlántico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario